Entre los trazos, el papel se presta a convertirse en árbol, piedra, hierba, agua, tapia, montaña de piedra caliza, nube. Sin embargo, no se lo puede confundir ni por un instante con la sustancia de cualquiera de estas cosas, pues sigue siendo evidente y enfáticamente una hoja de papel con unos trazos finos dibujados en ella.
Esto es obvio y, al mismo tiempo, si uno se para a pensarlo, tan extraño que no es fácil de entender.