Un par de ojos azules

La felicidad a menudo tiene motivos para la prisa, pero la desolación rara vez necesita correr o esforzarse.

La actividad física a veces elimina el aguijón de la ansiedad tan completamente como si desapareciera la causa que la provoca.

Hay desengaños que nos retuercen, y otros que nos infligen una herida cuya marca nos llevamos a la tumba. Estas son tan agudas que ninguna futura satisfacción del mismo deseo puede borrarlas: quedan grabadas como una pérdida permanente de felicidad.

El amor es fe, y la fe, como una flor que hemos cogido, vive sin raíces.

La bendita esperanza de que la oposición alteraría un juicio erróneo.

Una viva fe en que las cosas se arreglarían y todo acabaría bien.

Indignación ante la incoherencia del padre al haber alentado primero aquella relación, para luego prohibirla.

El primer amor, marcado por un miedo mortal a separarse de su objeto.

La inexperiencia, que impulsa un deseo frenético de evitar que ocurra lo que acabamos de mencionar.

Dudas respecto del decoro, contrarrestadas por la esperanza de ser perdonada al final.

Cuando una mujer deja una huella permanente en un hombre, este generalmente la recuerda tal como la vio en una escena concreta, que parece destinada a ser la forma especial en que ella se manifestará en las páginas de su memoria.