En el verano del 2040 dos grandes amigos pasan unos días en la casa de uno de ellos, en la Toscana. Aldo Conti y Carlo Martinetti son cardenales de la Iglesia Católica y aquel año hablan extensamente de arte, de la existencia o inexistencia de Dios, de la importancia de Jesús y de los orígenes del cristianismo en el siglo I. En estos días Aldo Conti analiza y propone que para el bien de la humanidad «es más importante creer en Jesús que creer en Dios» y opina que «Jesús fue un gran pensador…, ningún religioso, ningún profeta de Israel fue tan grande como él.». Conti también opina que ningún filósofo ni religioso ha prestado tanta importancia al dolor de los humanos como Jesús.
Son personas muy comprometidas con la Iglesia, pero preocupadas por su futuro. Aldo Conti y Carlo Martinetti piensan que si la jerarquía de las iglesias cristianas mantiene el dogmatismo decaerá su influencia en el progreso de la cultura, incluida la del espíritu. La dogmática de las iglesias cristianas se fundamenta grandemente en la teología elaborada por el apóstol Pablo, pero ellos consideran que en el futuro prevalecerá únicamente el mensaje de Jesús sin los añadidos de San Pablo.
Los dos amigos están muy interesados en el arte. Explican que la literatura contribuye a una mejor intelección del ser humano y argumentan que el arte no es solo placentero y edificante sino que también tiene un efecto muy saludable dado que favorece el bienestar de la gente.