Tan pronto nos sucede algo, emitimos un juicio rápido y subconsciente sobre la importancia del suceso, y si es lo bastante importante lo almacenamos en la memoria. Más tarde, cuando necesitamos recordarlo, acudimos a un departamento de nuestro cerebro con el resguardo de consigna para que nos devuelvan el recuerdo y ahí lo tenemos, tan fresco y flamante como cuando sucedió.