El caso Van Gogh, que en vida sólo logró vender una única pieza, y que se transformó después en uno de los artistas de más alta cotización en el mercado de arte internacional, es uno de los más trágicos de la historia de la pintura. Por eso, cuando Antonin Artaud lo ilumina en su texto Van Gogh el suicidado por la sociedad, hace algo más que identificarse con él. Lo está reconociendo, porque si Artaud es el poeta de la profundidad, Van Gogh, que trabaja las superficies, es el pintor de lo invisible.