Cuentos Negros De Cuba

De noche, la mulata emerge y pasea la superficie, sin acercarse nunca a la orilla. En la orilla, llora un negro...

lavada de albahaca, para ahuyentar pesares...

No hay peor brujería que la de los ojos lindos.

El Ahogado subía entonces en el agua inmóvil, de lo profundo, silencioso, escalando el silencio.

Las negras sabían la historia. Se la contaban a los niños que iban por encanto de miedo a lanzarle piedras al silencio del fondo. A escupirle la cara al agua. A mirar, a mirar sin cansarse nunca de mirar el Alma del pozo; al Ahogado, que no alcanzaban ver, pero que los veía a ellos, hundiéndose más hondo.

A los muertos se los llevó la «lechuza»,

Habló de levantarse; dijo que se iba de paseo al campo, al ingenio donde había nacido. Allí en el barracón, lo estaba llamando su madre. ¿Para qué lo querría? Todos sus parientes difuntos lo llamaban...

que se le hizo a Evaristo, seguían pidiendo chivos, palomas, gallos, en sacrificio; y mandándole a comer mucho bisté crudo, a beber mucha leche batida con huevos;

Los «santos», después de un «sarayeyéo»

Murió de pasmo la santera, la negra lavandera que vivía con Capinche. Lo cierto es que murió de un «trabajo» que le hizo un mayombero. ¡Nadie muere de muerte natural! Contaba con enemigos entre la santería. Algunos de cuidado.