Pensar, vivir y hacer la educación constituye un desafío para todos los educadores, pues la gran mayoría no realiza de forma reflexiva estas tres dimensiones de su ejercicio profesional, sino que se limita a reaccionar ante las exigencias de su entorno laboral. En general, gran parte de los docentes no se detiene a reflexionar sobre los procesos de enseñanza-aprendizaje que desarrolla en el aula; tampoco se concentra a degustar acerca de la amplia gama de experiencias o vivencias que suceden en el aula; menos a diseñar métodos, técnicas y estrategias que respondan a su contexto educativo.