Caraval

Recordó haber pensado que enamorarse de él sería como enamorarse de la oscuridad, pero ahora se imaginaba que él era más bien como una noche estrellada: las constelaciones siempre están ahí, fijas, una magnífica guía contra la sempiterna oscuridad.

No me mires así —le dijo a Julián—. Conmigo no funciona.

—Por eso es tan divertido.

—No tengo miedo de tus secretos.

—Ojalá pudiese decir que no deberías tenerlo.

Su Julián. Aun así, ¿cómo podría ser «suyo» si ni siquiera sabía nada que fuese real sobre él?

Qué curioso —respondió el caballero—. Y yo, en todo este tiempo, convencido de que era mi prometida.

Días antes, Scarlett se habría puesto muy tensa con solo rozarlo, pero ahora pensaba que ojalá tuviera la fuerza suficiente para rodearlo con los brazos.

Pero ahí estaba de vuelta aquella mirada en sus ojos, como si Julián quisiera que ella fuese su perdición.

A veces resulta más sencillo dejar que sea otro quien te haga daño.

Aunque no mintamos a los demás, con frecuencia nos mentimos a nosotros mismos.

Todo le dolió. Se sintió vacía y pesada a la vez. Le causaba dolor respirar y le costaba un esfuerzo hablar, pero seguía viva. Continuaba respirando, hablando y sintiendo. La mayor parte de lo que sentía era un tormento, pero ya no le tenía miedo a nada.