Nadie más que yo puede rescatarme. Ahora soy la única capaz de hacerlo. Pero no sé cómo ayudarme. Lo cual quizá signifique que no quiero ayudarme, que quiero drenar toda esperanza, lo que me dejará seca pero también a salvo, sin nada que perder. En el punto en el que las cosas solo pueden mejorar, si dejo que lo hagan.
No puedo concentrarme en las cosas buenas. Hay un montón a mi alrededor, pero no me fío de ellas. No me sirven, no tengo tiempo para dedicárselo, estoy demasiado ocupada con mi preciado pánico. Al parecer, exige toda mi atención, mi propia colección de pánico privado y personal.