Todo amante del verdadero arte sabe que lo que distingue a la poesía de cualquier otro rostro literario es que en ella no se atenta contra la pluralidad de significados: cada vocablo es muchos, cada verso lo es también, cada estrofa, cada poema se subdivide hacia múltiples interpretaciones. Éste es precisamente el caso de todo el contenido de Encierro, una concentración en lo que se moldea por dentro y por fuera, semejante al ideograma oriental que para expresar la tristeza dibuja un corazón con una puerta enfrente. Cada poema es a la vez entrada y salida, una emoción humana solitaria y compartida.