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Horace Walpole

El castillo de Otranto

  • Denise E. Ocaranza Ordóñezhas quoted2 years ago
    Los arrendatarios y súbditos eran menos cautos en sus palabras: atribuían aquella boda precipitada al temor del príncipe de ver cumplida una antigua profecía según la cual “el castillo y el señorío de Otranto dejarían de pertenecer a la actual familia cuando su auténtico dueño creciera tanto que no pudiera habitarlo”.
  • Paula Ortiz Ayalahas quoted4 years ago
    Pero, oh, señor, ¿qué es la sangre? ¿Qué es la nobleza? Todos nosotros somos reptiles, miserables criaturas pecadoras. Tan sólo la piedad puede diferenciarnos del polvo del que venimos y al que debemos volver.
  • LADY BIRDhas quoted5 years ago
    os dijo estar enamorado, o que era desdichado, que es lo mismo.
  • LADY BIRDhas quoted5 years ago
    Además, si el amor nivela los rangos, también los levanta
  • LADY BIRDhas quoted5 years ago
    Bianca, una joven doncella que la servía
  • LADY BIRDhas quoted5 years ago
    el milagroso yelmo era exactamente igual que el que aparecía en la estatua de mármol negro de Alfonso el Bueno, uno de sus antiguos príncipes, que se conservaba en la iglesia de San Nicolás.
  • LADY BIRDhas quoted5 years ago
    ni siquiera los restos sangrientos y despedazados del joven príncipe consiguieron que Manfredo apartara los ojos del portento que tenía ante sí
  • LADY BIRDhas quoted5 years ago
    Contempló a su hijo despedazado y casi sepultado bajo un enorme yelmo, cien veces mayor que cualquiera hecho para un ser humano
  • LADY BIRDhas quoted5 years ago
    Hippolita, la esposa, una dama afable
  • LADY BIRDhas quoted5 years ago
    Manfredo, príncipe de Otranto, tenía un hijo y una hija: ésta, una bellísima doncella de dieciocho años, se llamaba Matilda. Conrado, el hijo, tres años menor, era un joven feo, enfermizo y de disposición nada prometedora. Aun así gozaba del favor de su padre, que nunca dio muestras de afecto hacia Matilda.
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