El elemento común a todas las estrategias capaces de rescatar al individuo del gélido abismo en el que se encuentra hundido es que, mediante procedimientos distintos, permiten a este gestionar la soledad, aunque no eliminarla. Aceptando simplemente su compañía, como una sombra que siempre nos sigue, la transforma de límite en recurso, es decir, en algo de lo que no hay que huir ya que representa el lugar donde refugiarse en los peores momentos para recuperar fuerzas y reanudar nuestro viaje en la vida.