Por supuesto, los enfermos son seres vivos y su atención por el personal dedicado a la salud (médicos, enfermeras, estudiantes, técnicos, laboratoristas, trabajadoras sociales, funcionarios administrativos, etc.) debe estar regulada por una ética profesional. Pero ésta es la que hemos de llamar “ética médica”, y es necesario distinguirla de la bioética. La ética médica analiza la relación entre el paciente y los diferentes agentes que intervienen de manera cotidiana en su salud: el médico, las políticas de salud, las situaciones límite que se dan continuamente en la práctica hospitalaria, las políticas hospitalarias y demás asuntos relacionados con el enfermo. En cambio, la reflexión bioética abarca todo el ecosistema, incluye a los seres humanos sanos y a todos los demás componentes biológicos de la naturaleza, desde los virus hasta los grupos más complejos de seres vivos, como las manadas de borregos, los cardúmenes de peces, las mariposas monarca y los bosques de oyameles. Pero una cosa tienen en común ética y bioética: ambas no son pura teoría; como decía Aristóteles respecto de la ética, no se trata de ser teóricos de ética, sino de llegar a ser mejores personas cada día, de ser personas éticas; así, la bioética pretende no sólo formar individuos sabios en las cuestiones que trata, sino individuos que amen la vida y deseen conservarla, en este planeta o en cualquier otra pare, por tiempo indefinido