Tango satánico

para sobreponerse a las inquietudes en las interminables noches de insomnio…

y renunciar por un tiempo a su propósito

que no fuese preciso aguantar que, en el interior, el corazón latiera cada vez con mayor lentitud y, además, las piernas se entumecieran cada vez con mayor frecuencia

pusieran fin a esa «miseria agobiante», a ese silencio pastoso, a las alevosas campanadas del amanecer en el alma que lo expulsaban a uno de la cama con el fin de obligarlo a contemplar, sudoroso, impotente, cómo poco a poco se iba todo al garete

cerró los ojos.

los pelos que le caían sobre la frente

se echó en medio y estiró

sobre un tablón carcomido a su izquierda

que sus ángeles vendrían a buscarla

y si bien intuía que al final nadie podía vencer a nadie, porque nada acababa nunca