En un pasaje que, curiosamente, viene muy al caso, G. K. Chesterton escribió: «Puedes liberar a las cosas de leyes accidentales o ajenas a las mismas, pero no de las que conciernen a su propia naturaleza… No vayamos a… forzar la situación hasta el punto de pretender que el triángulo rompa el marco carcelario de sus tres lados, pues en el momento en que lo haga, su vida acaba de forma deplorable». Pero no todos los triángulos tienen los lados iguales. En nuestra mano está efectuar algunos ajustes sustanciales del papel que proporcionalmente corresponde a los diversos componentes del cerebro trino.