La traición alimenta el cinismo y el desencanto, todas las formas del resentimiento y de la venganza. Pero el sentimiento de traición también puede ser el alimento de una rabia que no cierre la herida y que permita hilvanar, hacia el pasado y el futuro, la pista silenciada y vergonzante de esta promesa incumplida. El miedo puede ser paralizante y reaccionario, o bien lo contrario. También puede ser un grito de alarma y un impulso para la imaginación y la acción frente al peligro y la muerte. Del mismo modo, este sentimiento de traición histórica puede ser también el hilo de sangre, todavía no cicatrizada, que nos permita encontrar la potencia de la promesa igualitaria allí donde solo vemos destrucción y rendición