Cuando me curaste el brazo… no tenías por qué negociar conmigo. Podrías haberme exigido todas las semanas del año. —Yo tenía el ceño fruncido cuando se dio la vuelta para mirarme, consumido a medias por la oscuridad—. Todas las semanas y yo habría dicho que sí. —No era una pregunta en realidad, pero necesitaba la respuesta.
Una media sonrisa apareció en sus labios sensuales.
—Lo sé —dijo, y desapareció.