Mercedes Bernal, dueña del afamado Meroma, ha cerrado las puertas de su local, como muchos otros restauranteros, obligados por las medidas de sana distancia impuestas por el COVID-19. Se lamentan los comensales, asiduos a uno de los mejores restaurantes del país, pero sobre todo una treintena de empleados y decenas de proveedores. La situación de Bernal, como la de muchos dueños de negocios, a pesar de su esfuerzo, puede llegar a ser insostenible.