cuando te hayas ido el viento seguirá allí, lamiendo la hierba hasta pegarla en el suelo, sin importarle si la tierra está helada o ha empezado el deshielo, porque volverá a helarse y a fundirse y pronto tus huesos, ahora calientes por la sangre y espesos de jugoso tuétano, estarán secos y quebradizos y se descascarillarán y se congelarán y se fundirán con el peso de la tierra sobre ti, y la hierba de la superficie chupará hasta la última gota de tu cuerpo y vendrá el viento y la echará abajo y te arrojará contra las rocas o te arañará con sus uñas y te llevará hasta el mar en un grito salvaje de nieve.