Sí, me estaba preguntando cómo «un país somnoliento de poetas y soñadores», la nación más cultivada de todas las que había dado en su historia el planeta, cómo pudo dar paso a tamaño enloquecimiento, a tan colosal desdicha...
¿Qué había hecho que sus gentes, hombres y mujeres, permitieran que les violaran el alma..., y que las violara un eunuco (GröFaZ: el Príapo virgen, el Dionisos abstemio, el Tiranosaurio Rex Vegetariano)? ¿De dónde les vino la necesidad de una tan metódica, tan minuciosa y tan literal exploración de lo bestial? Por supuesto, yo no lo sabía, ni lo sabía Konrad Peters, ni ningún ser humano que yo tuviera a la vista: familiares, veteranos lisiados, parejas en cortejo, grupos de jovencísimos y borrachísimos soldados rasos (oh, la fuerte, barata y deliciosa Lowenbrau), voluntarios para causas con latas petitorias de hojalata, viudas de riguroso luto, filas de boy scouts en marcha, vendedores de verduras, vendedores de fruta...