En dos sentidos estaba el jardín escondido en el monasterio.
Estaba escondido porque el patio y el santuario en el que se hallaba quedaban al margen de la red de caminos principales y secundarios del monasterio, es decir, se hallaban en un terreno evitado por casi todo el mundo, por el que nadie transitaba, ni un solo monje y menos aun un superior, para qué. De hecho, a nadie se le pasaba por la cabeza entrar allí por el motivo que fuese, todos sabían que allí dentro no había nada digno de mención, únicamente permanecía allí un religioso laico que, tras la muerte de su esposa, llevaba años viviendo solo en aquella casucha enclenque levantada junto al santuario y que se ocupaba sin ayuda de nadie de los quehaceres relacionados con la casita, el santuario y el jardín, cuando no se dedicaba a tocar su shatuhachi. Por otra parte, estaba escondido en el sentido de que si uno, sin hacerse muchas ilusiones, subía a pesar de todo esos escalones de piedra que no prometían nada y franqueaba la puerta de piedra que prometía aún menos y echaba desde allí un vistazo al patio, no hacía más que toparse con el hecho consumado de que, en efecto, todo era tal como lo había imaginado antes de subir los escalones y franquear la puerta, de que no merecía la pena entrar o, dicho de otro modo, el ocultamiento funcionaba de tal manera que si a alguien, a despecho de todo, se le ocurría dar unos pasos por el patio, en cuyo otro extremo se hallaban el santuario y, a su lado, la casucha, seguía sin saber que allí se escondía un verdadero jardín, puesto que al mirar alrededor, por primera vez y de forma somera, veía desde luego un patio que hasta podía merecer el nombre de jardín, pero no era más que un pequeño triángulo cubierto de hierba con un viejo hinoki totalmente reseco, unos cuantos arbustos diminutos y unos escasos y escuálidos arbolitos, aunque también había allí un poco de vida, con un pequeño pino negral, un pequeño pino albar y un pequeño roble, así como una camelia, un arbolillo de té y un pequeño boj seco, un pequeño momiji, un pequeño satsuki, un pequeño maki y un ja no hire y haran, como es natural, pero todo bastante abandonado en el primer triángulo del patio visto desde la entrada, porque hay que imaginar el lugar de tal manera que, al entrar por la puerta de piedra, se encontraba uno con que el rectángulo del patio estaba dividido en dos triángulos por un sendero que empezaba en la esquina izquierda y transcurría en diagonal y en el triángulo superior se amontonaban sin orden ni concierto, un poco asilvestrados, perjudicándose unos a otros y sin alegrar particularmente a nadie, los mencionados arbolitos y arbustitos y aquel pobre, viejo y reseco hinoki, mientras que al otro lado del sendero que atravesaba el rectángulo en diagonal, concretamente en el triángulo derecho, crecían algunos