Cómo ordenar una biblioteca

Todo lector verdadero sigue un hilo, aunque también pueden ser cien hilos a la vez. Cada vez que abre un libro retoma en sus manos ese hilo y lo complica, embrolla, desata, anuda, prolonga. «Toda línea leída es provechosa», dice el chino de un cuento de Hofmannsthal, a la espera de la pena capital, durante la revuelta de los Bóxer. La forma en que la literatura se teje en el cerebro es una versión impalpable de esas redes neuronales que causan la desesperación de los científicos. En el caso del C. elegans, un gusano transparente de un milímetro de longitud y provisto de 302 neuronas, hizo falta el

Manuzio fue el primero en transformar una imprenta en una editorial, agregando una incógnita, minúscula o grande, a la ecuación de un oficio que había sido inventado cuatro décadas

se podrá reconocer, hoy como ayer, la buena librería. Si esto no es suficiente, querrá decir que el libro en sí ya no es suficiente. Y si el libro ya no es suficiente, entonces el mundo está escribiendo otra de las páginas oscuras de su historia.

Además, claro, de la posibilidad de pasar un rato confortable, dedicándose a esa actividad deliciosa que los ingleses llaman browsing. Lo importante es que pueda encontrar fácilmente los libros que venía a buscar y descubrir aquellos que no sabía que estaba buscando. Y, también, que todo esto suceda en un lugar adecuado, sin música de fondo

Se me hace difícil atribuir a una casualidad el hecho de que cada vez que veo que una librería amplía el número de artículos a la venta, simultáneamente la calidad de los libros decrece. El verdadero lector no necesita mucho: un poco de gusto en la decoración y en las luces es suficiente.

Después me dije: no necesariamente. En un país como Italia, una solución de este tipo se encontraría con no pocas complicaciones, entre otras cosas por la dificultad de disponer de espacios de semejante amplitud. En segundo lugar (y este es el punto determinante): un lector no tiene por fuerza la necesidad de tal mezcolanza de mercancías. Los libros son seres autosuficientes

Autores, alojando en lo posible una muestra significativa de su obra, ya sea narrativa o ensayo o memorias–. Sin embargo, precisamente este podría ser un recurso muy útil para el propio librero, quien podría de este modo escoger, guiándose solamente por su criterio, qué cosa no pertenece a las fruslerías que, de otro modo, tienden a acumularse en su negocio. Así podría orientarse con mayor facilidad entre sus propios libros.

Todo esto puede parecer muy sencillo y obvio, pero el hecho es que nunca se pone en práctica. Las librerías suelen dividir sus espacios entre narrativa y ensayo, con ulteriores subdivisiones –ninguna, que yo sepa, acepta el criterio de introducir entre las categorías la de Au

Ya oigo las voces de quienes consideran esta idea como una indebida práctica discriminatoria. Sin razón, porque obviamente no existe (por fortuna) un canon de los escritores y cada librero decidirá según su arbitrio –sin perder de vista los criterios de rotación– qué escritores escogerá. Usando como principal criterio la potencialidad de durar en las inclinaciones de los clientes. Obviamente, todos los escritores que no son incluidos encontrarán un lugar en otras zonas de la librería, en la narrativa, la ensayística o en las otras categorías.

El librero ideal debería ser uno de ellos