Y el propio Ratzinger reconoce que se dan tales patologías religiosas y sostiene por ello que la religión ha de mantener un diálogo permanente con la razón, diálogo que la purifica y la resguarda de tales excesos. Pero, a la vez, no deja de advertir que también se dan en nuestro tiempo patologías de la razón: basta pensar en la bomba atómica o en la fabricación de seres humanos en el laboratorio. De aquí se sigue que también la razón ha de ser consciente de sus propios límites y mostrarse dispuesta a escuchar a las tradiciones religiosas de la humanidad y a dejarse purificar por ellas