unstancias, enfermo por dentro, por completo carente de fe, sin seguridad ni confianza, sin hermosa esperanza alguna, alejado y enemistado con el mundo y conmigo mismo. El temor y la desconfianza me tenían preso y me acompañaban en cada uno de mis pasos. Pero poco a poco perdí ese innoble y feo prejuicio. Volví a respirar más tranquilo y más libre... y volví a ser un hombre más hermoso, más cálido, más feliz. Poco a poco vi desaparecer los temores que llenaban mi alma; la tristeza y el vacío de mi corazón y la desesperanza se transformaron lentamente en alegre y serena satisfacción y en un agradable y vivo interés que aprendí a sentir de nuevo. Estaba muerto, y ahora es como si alguien me hubiera elevado y alentado. Donde creía tener que sufrir muchas cosas feas, duras e inquietantes, encuentro el encanto y la bondad, y lo hallo todo tranquilo, familiar y bueno