El calor en Santiago es sofocante. El verano llegó en noviembre con altas temperaturas que serían excepcionales en la mitad de febrero.
La ciudad lleva meses ocupada por iracundas manifestaciones de protesta de estudiantes y apoderados, medioambientalistas, y múltiples minorías resentidas con el sistema. Este ha respondido, como es habitual, con destacamentos antimotines, bombas lacrimógenas, cañones de agua y proyectiles más o menos mortíferos. El día a día en la capital de Chile es una constante batalla campal sin triunfador claro hasta el momento.
Contra el trasfondo opresivo de la ciudad crispada, sofocante e irrespirable, el comisario Oscar Morante y sus policías investigan el asesinato de un ex diputado y su amiga íntima, ocurrido en una aislada playa cercana. Al mismo tiempo que el investigador debe lidiar con un fiscal que desconfía de él, trata con un nuevo director de la policía, que recela de los viejos oficiales. Además de ser una mujer – por primera vez en la historia de la institución -, viene de afuera.
A medida que la investigación avanza, múltiples personajes característicos y llamativos, pintados con trazos precisos por la pluma rápida del autor, comienzan a desplegarse desde una madeja que envuelve múltiples esferas sociales: los negocios, la política, la vida íntima.
Como siempre, este nuevo caso de Morante abre un mundo entero a la mirada del lector, a propósito de un crimen a primera vista muy evidente, al ritmo febril de una investigación policial para la que nunca hay tiempo suficiente.