En todas sus novelas la comida está presente casi capítulo tras capítulo, bien en los restaurantes que visita, bien en los platos que se lanza a cocinar en cualquier momento y a cualquier hora del día (o de la noche). Su espíritu devorador no le hace ascos a nada, y casi parece que la apertura de un nuevo caso es para él una mera excusa en busca de nuevas delicias por donde aventurar el paladar. Su importancia queda patente en que ha llegado a crear discípulos en otros países, como el comisario Salvo Montalbano, cuyo apellido ya evidencia que su creador Andrea Camilleri lo concibió como un homenaje a Vázquez Moltalbán