La dama del parche miró a la pequeña con intensidad mientras le entregaba el sobre.
–Espero que mi hijo me escriba pronto –dijo muy solemne– y que TÚ –recalcó el pronombre– me vuelvas a traer noticias suyas.
–Las tendrá muy pronto.
–Estoy segura de ello, querida.
–Me llamo Iria.
–Encantada. –Le tendió una mano huesuda y surcada de venas–. Yo soy la condesa de Lucerna y Montemar, doña Elvira de la Concepción.