Cuando en 2008 se publicó La Biblia Vaquera de Carlos Velázquez, se convirtió muy pronto en un fenómeno de culto e inclasificable. Alejándose de las modas que recurren a la visceralidad para atraer atención, Velázquez consiguió retratar el brutal sinsentido de una realidad desbordada mejor que nadie −como hacen los grandes narradores−, para que sea el lector quien la padezca y la juzgue, siempre riendo con algo de desconcierto al darse cuenta de que es posible divertirse con situaciones tan cómicamente sórdidas. La marrana negra de la literatura rosa es su más reciente libro de relatos. El punto que los une es un humor ácido, único recurso contra la pérdida de la capacidad de conmoción y asombro.
Velázquez es un escritor nato que permite que sus personajes se desenvuelvan de manera natural. Cuenta sus historias con un lenguaje que demuele los moldes rígidos de una escritura que domina al grado de poderse mover con soltura hacia un lenguaje propio, mucho más oral y vivo que lo habitual Sus cuentos son como un espejo que devuelve una imagen precisa de una realidad que de entrada se presenta deforme. Un gordo cuya mujer lo pone a dieta de cocaína para que baje de peso, un adolescente con Síndrome de Down que se convierte en el tecladista estrella de una fallida banda punk y una marrana negra con aires de diva que le dicta a su atribulado dueño geniales novelas de literatura rosa son algunos de los personajes que habitan su desquiciado y en extremo verosímil mundo. Un microcosmos magistral, que desternilla y horroriza a la par, decisivo para encontrarle algún sentido a ese orden revuelto y convulso en el que transita cada día nuestra existencia.