Creso quiere que Solón le reconozca no sólo como el más poderoso, sino como el más feliz de los hombres. Solón le responde citando, como ejemplo de hombre feliz, un desconocido ateniense que ha muerto, anciano, en la batalla. La pretensión de Solón no está en contraponer el hombre común al poderoso. Esto sería banal. Su intención es la paradoja griega sobre la felicidad: que sólo se consigue poseerla con la muerte. La felicidad es un carácter de la vida que exige la desaparición de la vida para existir. Si la felicidad es una cualidad total de un hombre, entonces hay que esperar a que la vida de ese hombre se realice con la muerte.
Esta paradoja no es autónoma, sólo es, más bien, una de las muchas paradojas de la totalidad, a la que fueron altamente sensibles los griegos. Su fundamento está inscrito en la lengua: télos, la palabra griega por excelencia, es al mismo tiempo «perfección», «realización», «muerte».