– ¿Esto es lo que te gusta de verdad? ¿Verme así?
Me restriego la nariz con la manga del albornoz.
Me observa desconcertado.
– Eres un maldito hijo de puta.
– Ana -me suplica, conmocionado.
– ¡No hay «Ana» que valga! ¡Tienes que solucionar tus mierdas, Grey!