Habló por teléfono con su abuela todas las noches durante más de quince años. Lo hizo mientras iba creciendo: atravesó la adolescencia, se fue de la casa de los padres, vivió solo, vivió con amigos, se casó, tuvo un hijo; mientras todo cambiaba, el hilo que enhebró esa música del tiempo fue la voz de su abuela, del otro lado de un cable enrulado. Cuando ella empezó a enfermar y sus movimientos se redujeron, Martín Felipe Castagnet supo que había que registrar lo que decía para protegerlo del efecto implacable del olvido. Así nació este libro, extraño y entrañable, que es la semblanza de una abuela pero también la historia íntima de una relación singular que atravesó el tiempo y dejó una marca indeleble en un escritor.