La dulce envoltura es tan inútil a la semilla como el néctar, que atrae a las abejas, lo es a la flor. El pájaro come el fruto porque sabe dulce, y así traga la semilla, que no puede digerir. Alza el vuelo y, poco después, devuelve la simiente despojada de su vaina tal y como la ha recibido, lista para germinar lejos de los peligros de su tierra natal.