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Enrique Serna

Amores de segunda mano

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Los cuentos de Enrique Serna transitan por un desfiladero desde cuyas alturas se contempla el abismo del cuerpo. No sólo se interesa sino que está en deuda con el mundo de la marginalidad social y sexual. Sus personajes vienen de ahí y se debaten entre el horror ante su probada autenticidad y el deseo de parecerse a todos los demás. Son exhibicionistas pero quisieran los privilegios del voyeur, son damas de la caridad pero quisieran exterminar a todos los niños mugrosos de la ciudad de México, son piezas de arte viviente pero detestan su deplorable condición ornamental, son hombres de letras que escriben relatos que no son suyos, son travestis que ensayan frente al espejo un gesto que no les pertenece. Así se mantienen fieles a una identidad infiel. Amores de segunda mano es la fascinación por estos raros y atroces individuos que se arrojan sin cortapisas al momento extremo en que la vida se afirma cuando literalmente se derrumba.
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184 printed pages
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Impressions

  • camaronlshared an impression5 years ago

    Muy bueno!

  • enrique paredesshared an impression3 years ago
    👍Worth reading
    🔮Hidden Depths
    🎯Worthwhile
    🚀Unputdownable
    😄LOLZ

Quotes

  • José Mondragónhas quoted3 months ago
    Mire, a mí esos tipos que se calientan a costa del sudor ajeno más bien me dan compasión, haga de cuenta que les daba limosna, sobras de mi placer.
  • kim claudiahas quoted2 years ago
    La quietud de la celda se prestaba para seguir su consejo. A las siete de la noche cortaban la luz y se quedaba tumbado en el catre oyendo las lejanas pisadas de los celadores. Entonces reñía consigo mismo. Era un estúpido por haberse creído ruin alguna vez. Después de tanto sufrir por culpas insignificantes o imaginarias, terminaba pagando una culpa ajena como Nuestro Señor Jesucristo. Ya eres víctima, estúpido, ¿qué más quieres? Ahora tienes la conciencia como nalga de bebé. Serías muy cretino si después de esto vuelves a mortificarte por algo.

    Al tercer día de su traslado al Reclusorio Norte, cuando ya creía tener el alma blindada, le tocó hacer la fajina de baños. Vio los charcos de orina, las montañas de mierda en los excusados, las moscas revoloteando en los basureros y se volvió hacia el vigilante con una súplica en la mirada.

    —¿Qué, muy delicadito? Pues si no quieres atorarle te sale en un tostón.

    Pagó la mordida sin titubear.

    —¿Y ahora quién va a hacer la limpieza?

    —Por eso no te preocupes —el vigilante se guardó el billete—, aquí sobran jodidos que no tienen para la cuota.

    Guillermo volvió a su celda con el estómago revuelto. Se había despertado la regañona de siempre.
  • kim claudiahas quoted2 years ago
    sanguínea reveló que no era portador del virus. Invitó a la enfermera que le dio la noticia a cenar con champaña, se la cogió con condón y se quedó tres días más en Houston haciendo compras de euforia. Volvió a México un sábado por la mañana y de inmediato quiso tranquilizar a Clara en lo referente a la enfermedad, En la puerta de su casa se habían apostado dos judiciales que bajaron de un Dart blanco al verlo llegar. Tenían orden de aprehensión contra él.

    —¿Pero de qué se me acusa?

    —No te hagas pendejo —lo metieron al coche a empujones—. Andas prófugo por lo del fraude a la constructora. Ahora sí ya te llevó la chingada.

    No supo cuáles eran los cargos hasta que su abogado lo visitó en los separos de la Procuraduría. Temiendo que los denunciara en el Proceso, Benito y Sergio habían montado una trampa legal para culparlo de un desfalco por medio millón de dólares. Las pruebas de la acusación eran documentos bancarios en los que su firma había sido falsificada por una mano experta. El abogado había descubierto que Ampudia no solo se protegió contra una posible denuncia por cohecho: meses atrás había tomado fondos de la constructora para una desastrosa operación de Bolsa. Y esa era precisamente la malversación que ahora le achacaba con el mayor descaro. Guillermo contuvo un grito de cólera mordiéndose el puño: quería contratar un gatillero para matar a Benito. El abogado le advirtió que si buscaba a un sicario, abandonaría el caso. Él podía sacarlo de prisión en seis meses, repartiendo mucha lana en los juzgados, pero un homicidio ya eran palabras mayores. No le quedaba otra que tragar camote y tomarse las cosas con filosofía.

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