La mata

Olvidó que dijo:
para no seguir odiando
no me haré preguntas.

Ester imagina
la maleza entrando en la casa,
piensa en todas las cosas
que se quedaron sin hacer.

la lluvia cuando arrecia
se come las preguntas.

Se sabe que si del suelo brota sal

y forma una cañada arenosa

de dos pozos,

se necesitan dos piedras

que señalen el camino.

Pero si nadie sabe cómo contener la sal

ni hacer que florezca de nuevo en las fosas,

los hechos se cristalizan

como una irrupción accidental,

extraordinaria,

y no como la detonación

de un acto que venía entrañándose

agualluvia golpea insistente las costras,

el agualluvia atenta contra la solidez de las piernas,

humedece con su lengua el agualluvia las cosas,

las rosetas, las ciénagas,

las aguas verdes del litoral.

El monte a los animales olvida,
la lluvia cuando arrecia
se come las preguntas

no puede sino pensar
qué se siente cuando el cuerpo se apaga
y el corazón, como un motor, no da.

al que anda entre la miel algo siempre se le pega.

Entonces mejor andar
si las piernas reclaman
olvidarse del cuerpo

Lo que pasa cuando un animal del monte
la mira a una a los ojos,
los dientes que son los ojos,
la locura
que hace su nido
después de tantos días en el monte.
Mejor no pensar. Mejor
enumerar las cosas que le gusta hacer:
echarle maíz a los pollos
podar el jardín
meter las manos
en la leche
fresca para el queso