-1848.
Según los usos y las convenciones que se están poniendo en entredicho, pero que no están superadas, la presencia social de una mujer es diferente a la del hombre. La de un hombre depende de la promesa de poder que él encarne. Si la promesa es grande y creíble, su presencia es notable. Si es pequeña o increíble, el hombre encuentra que su presencia resulta insignificante. El poder prometido puede ser moral, físico, temperamental, económico, social o sexual, pero su objeto siempre es ajeno al hombre. La presencia de un hombre sugiere lo que él es capaz de hacer para ti o hacerte a ti. Su presencia puede fabricarse, en el sentido de que pretende ser capaz de lo que no es. Pero la pretensión siempre se orienta hacia un poder que ejerce sobre otros.