Ello obliga a que las exportaciones del sureste pasen por el centro del país a un elevado costo debido a la orografía de la zona y al congestionamiento; dificulta el uso alterno de los puertos de Veracruz, Tampico y Altamira en el Golfo de México, y de Manzanillo, Lázaro Cárdenas y Salina Cruz, en el Pacífico; limita el potencial de los ejes costeros del sur del Golfo de México y de Chiapas; deja prácticamente sin alternativas de transporte a la producción manufacturera y agropecuaria de las costas de Guerrero y Oaxaca, y, por último, en lo que toca a la infraestructura carretera, limita también el desarrollo turístico de las costas de Guerrero y Oaxaca, que cuentan con grandes atractivos naturales desaprovechados.