Obviamente, el destino de nuestra propia especie nos preocupa sobremanera. Pero a riesgo de parecer antihumana (¡algunos de mis mejores amigos son humanos!) diré que no es, en último análisis, lo que más merece nuestra atención. Ahora mismo, en este prodigioso momento que para nosotros cuenta como presente, estamos decidiendo, sin realmente quererlo, qué vías evolutivas permanecerán abiertas y cuáles se cerrarán para siempre. Ninguna otra criatura ha conseguido nunca algo así, y por desgracia éste será nuestro legado más duradero. La Sexta Extinción seguirá determinando el curso de la vida mucho tiempo después de que todo lo que alguna vez alguien haya escrito o pintado o construido quede reducido a polvo y unas ratas gigantes hayan heredado (o no) la Tierra.