No ha habido ninguna explicación, ni justificación, ni petición de perdón. Para qué, habrá pensado él. Por qué, he pensado yo en busca de una aclaración, un motivo, una causa, una excusa. Mi mal aliento, mi charla desenfrenada, mi cuerpo: puede ser la suma infinitesimal de mil pequeñas razones. O quizás solo una: que nunca me ha querido.