Después de sus dos trilogías de juventud, Luna Miguel se despide en Poesía masculina de algunos de los códigos que la convirtieron en «la poeta del cuerpo». Estos poemas —narrativos, veloces— ensanchan los límites del deseo, la ternura y la amistad. Su voz fluye desde la experiencia de un macho, se enfrenta a las contradicciones de los hombres e intenta amar como lo hace un varón, pero también trabaja para tomar conciencia e imponer distancias. ¿Cómo mirar la propia intimidad con los ojos del otro? ¿Cómo pensar en un nosotros que se ha hecho múltiple a través de lecturas y de amantes? ¿Cómo ser felices, generosos, tras la separación?
«Luna Miguel compone unos versos que nunca se nos ocurrirían a las gentes de mi generación ni de la siguiente ni de la anterior pero que son el lenguaje que mejor entendemos» (Vicente Verdú).
«Una de las grandes cualidades de la escritura de Miguel: propone y nunca dicta sentencia. Sugiere» (María Jesús Espinosa de los Monteros).