Percibo a la poesía como parte intrínseca de mi vida, y a la palabra como puente; motivo por el cual las llevo en cada elección que tomo.
El abrazo después de la herida surge como una consecuencia inmediata de un proceso interno que se relaciona de forma intrínseca con el dolor. Mentiría si dijera que no me ha dolido cada poema, todos lo hicieron, pero también confluyeron para que hoy pudiera abrazarme.
Mi militancia se conecta directamente al feminismo y a las palabras. “La palabra es un puente”, me dijo una vez una poeta amiga. Nunca podría haber estado tan de acuerdo con ella, porque este poemario fue ese puente que ayudó a encontrarme. Claro que me angustió, pero también influyó para que mi propio abrazo, tan agridulce, pudiera salvarme.
Mi abuelo siempre me decía: «A los finales hay que llorarlos, pero lo que vendrá, valdrá la pena». Y tenía razón; polvo somos, pero de cenizas renaceremos.
Melina Cueto