Durante siglos fue el colofón lo que permitía identificar las obras puestas en libros, además de descubrir algunas cosas acerca de quienes los produjeron. Allí es donde asoman la cabeza el escriba que copió, el iluminador que ilustró, el cajista que compuso, el corrector que intentó expurgar los errores, el encuadernador que unió los pliegos, el regente que supervisó el trabajo, el impresor, y hoy las editoriales con un mensaje de despedida que quiere ser una invitación al retorno. Juan Francisco Turrientes ha construido un pequeño catálogo de este gesto editorial como un homenaje a esa marca indeleble: la marca del oficio.