los horarios de comidas estrictos, las interminables horas de estudio bajo la atenta mirada de los ojos de escarabajo de las enfermeras. Desnudarme, ducharme ante una desconocida que me pesa cada mañana, acostarme a las nueve y media aunque mis ojos permanezcan abiertos hasta las tres, antidepresivos si mis ojos se vuelven rojos de tanto llorar. Falla, pórtate mal, y volverán a darle la vuelta a la llave de tu habitación.