El señor Gibson, viudo, médico de la pequeña localidad de Hollingford, es de los que opinan que «el mundo iría aceptablemente bien sin mujeres». Sin embargo, siempre pendiente de sus pacientes, apenas es capaz de cuidar de su casa y de su hija, a quien empiezan a rondar ya los primeros pretendientes. Pese a todos sus resquemores, decide buscar una mujer con el fin de que gobierne su caos doméstico y cumplir como una madre vigilante para su hija; y contrae segundas nupcias con una maestra de escuela cuarentona, madre a su vez de una muchacha bellísima. La pragmática elección del señor Gibson tendrá, previsible e irónicamente, sus reveses, y la nueva familia no será ajena a una conflictiva trama de secretos, pretensiones, desavenencias e intrigas, en la que los amores y decepciones juveniles, así como los compromisos precipitados, pondrán en peligro muy a menudo el orden deseado.
Hijas y esposas (1864–1866) recuerda a Emma de Jane Austen y anticipa Middlemarch de George Eliot. Aunando el estudio de carácter con el retrato de una comunidad, la última novela de Elizabeth Gaskell es aguda en la observación social, magistral en el tratamiento de los pequeños incidentes, y sorprendente en la creación de sus heroínas. Una de ellas, la inolvidable Cynthia, que no puede evitar atraer a los hombres y se declara «no malvada, pero tampoco virtuosa», constituye una novedosa y casi subversiva aportación a la rígida moralidad de los prototipos femeninos victorianos.