Ante la injusticia, dijo él, hay que reaccionar con firmeza, tozudez; tú le haces esto a tu prójimo y yo te digo que no debes hacerlo, y si tú sigues haciéndolo, yo sigo oponiéndome, y si tienes que aplastarme con tu fuerza, yo vuelvo a levantarme, y si no consigo levantarme más, otros lo harán y después de ellos otros más. Mientras hablaba clavaba la vista en la mesa y luego, de golpe, levantaba la cabeza, miraba a la cara a todos, de uno en uno, con ojos cautivadores.