– Muy sencillo -dijo-. Los hombres sabemos muy poco del mundo. Un coyote sabe mucho más que nosotros. A un coyote casi nunca lo engaña la apariencia del mundo.
– ¿Y entonces cómo podemos atraparlos y matarlos? -pregunté-. Si las apariencias no los engañan, ¿cómo es que mueren tan fácilmente?
Don Juan se me quedó mirando hasta incomodarme.
– Podemos atrapar o envenenar o balacear a un coyote -dijo-. En cualquier forma que lo hagamos, un coyote es presa fácil para nosotros porque no está al tanto de las maquinaciones del hombre. Pero si el coyote sobrevive, puedes tener la seguridad de que jamás volveremos a darle alcance. Un buen cazador sabe eso y nunca pone su trampa dos veces en el mismo sitio, porque si un coyote muere en una trampa todos los demás coyotes ven su muerte, que se queda allí, y evitan la trampa o hasta el rumbo donde la pusieron.