—Mi buen Luo —dijo el jefe en un tono más sincero que nunca—, sin duda lo viste hacer a tu padre miles de veces: cuando el estaño se ha fundido, parece que basta con poner un poco en la muela podrida para que eso mate los gusanos que están dentro, debes de saberlo mejor que yo. Eres hijo de un dentista conocido, cuento contigo para reparar mi muela.
—¿De verdad quiere que le ponga estaño en la muela?
—Sí, y si deja de dolerme, te daré un mes de descanso.
Luo, que resistía la tentación, lo puso en guardia:
—El estaño no funcionará —dijo—. Y además, mi padre tenía aparatos modernos. Primero perforaba la muela con una pequeña fresa eléctrica, antes de poner nada dentro.
Perplejo, el jefe se levantó y se fue mascullando:
—Es cierto, vi cómo lo hacían en el hospital del dist