Le explicaría que todos los finales son también principios, aunque en su momento lo ignoremos. Y durante el resto de sus días la niña tendría el consuelo de saber que más allá de sus temores, más allá de sus pérdidas, el cielo tenía las respuestas a todas sus preguntas terrenales, empezando por cinco personas que estaban esperándola, como nos esperan a todos, bajo los ojos de Dios, y en el auténtico sentido de esa palabra valiosa como pocas:
Hogar.