Hay tres, cuatro, tal vez más Rusias. Se han extendido a lo largo de los siglos por buena parte de Europa y Asia, con fronteras movedizas, uniendo o separando pueblos que comparten alguna raíz o que provienen de almácigos étnicos separados. En ese anchísimo escenario ha habido un protagonista esencial: la religión, o mejor — como era de esperarse— las religiones. Jean Meyer presenta en estas páginas un veloz recorrido por los más de mil años de las Iglesias presentes en “todas las Rusias”, desde la que encontró su germen en Kiev hasta la que convivió con el régimen soviético, desde la que heredó los fulgores de Constantinopla hasta la que se vio forzada a vivir en la clandestinidad. Bautizado al nacer en la Iglesia católica, apostólica y romana, ungido durante su juventud en la ortodoxa, el autor realiza de forma personalísima una estupenda síntesis de la inmensa bibliografía que ha abordado esta aventura humana.
Convencido de que “las religiones son como moldes en los que los siglos han metido a las generaciones sucesivas”, Meyer realiza una lenta radiografía de la espiritualidad rusa, del siglo X a la caída de la Unión Soviética, una espiritualidad excepcional que en distintos momentos le permitió a la gente superar el yugo del autoritarismo. Este recuento de alianzas y rivalidades eclesiásticas, de sucesivas maniobras estatales —ya el zar, ya los sóviets— por valerse de este credo o limitar aquella liturgia, permite entender las transformaciones de la nación rusa, compleja y aún en nuestros días protagonista de los acontecimientos mundiales.
Entre sínodos y monasterios, entre iconos y patriarcados, entre matanzas y renacimientos, esta historia religiosa de Rusia y sus imperios es una amalgama única de las fuerzas más íntimas de la humanidad.