Un número equivocado está en el origen de este libro. Un hombre lo llamó por teléfono una noche preguntando por la agencia de detectives Pinkerton; el novelista le dijo que se había equivocado. Llamada y respuesta se repitieron la noche siguiente. Y el narrador nato que es Paul Auster se planteó qué habría sucedido si hubiera fingido que, en efecto, él era un detective… Y un equívoco conduce a otro, y sibilinamente se pone en marcha el audaz mecanismo que mueve esta historia, en la que lo irreal va horadando lo real y el novelista ejerce de «cazador de coincidencias», de traductor de las siempre oscuras revelaciones del azar.