–¿Puedo hacerte una pregunta?
La miró de arriba abajo.
–No es acerca de violar sistemas de seguridad, ¿cierto?
–Por supuesto que no –respondió ella parpadeando.
–Adelante, entonces.
–Tú... estás enamorado de Scarlet, ¿verdad? –agregó, alisándose la falda alrededor de las rodillas.
Él se congeló, inmóvil como una roca. Mientras la nave remontaba por la colina hacia el palacio, dejó caer los hombros y volvió la vista a la ventanilla.
–Ella es mi alfa –murmuró, con una agobiante tristeza en la voz.
Alfa.
Cress se inclinó hacia delante y apoyó los codos sobre las rodillas.
–¿Cómo la estrella?
–¿Cuál estrella?
Ella se puso rígida, apenada de pronto, y retrocedió.
–Ah. Eh... A la estrella más brillante de una constelación se le llama “alfa”. Pensé que tal vez querías decir que ella es... como... tu estrella más brillante –desvió la mirada, entrelazó los dedos sobre su regazo, consciente de que se ruborizaba furiosamente y de que este hombre bestial se estaba dando cuenta de que ella era una boba demasiado romántica.
Pero en vez de mofarse o reír, Wolf suspiró.
–Sí –respondió, al tiempo que su vista ascendía hasta la luna llena que se alzaba sobre la ciudad–. Exactamente así.